Entre el Basilisco y la Pared (Primera Parte)


“Entonces, Giff nos da este nuevo trabajo,” dijo Alapar Macalat después de tomar un buen trago de salasta y poner su vaso de nuevo en la mesa, “teníamos que recuperar este dichoso ojo del basilisco, porque por algún motivo cuando lo usan para convertirte en piedra ya nadie puede desconvertirte después. ¿Pero cómo llegamos aquí? Yo no entiendo…” y la dejó ahí. Alapar Macalat usualmente no entendía nada, pero no se hacía bolas. Alquimio Batros solo miraba a su amigo desde el otro lado de la mesa, en silencio. No se sentía demasiado comunicativo aquella noche. Los dos recuperadores habían ido a tomar unos tragos al Rincón de Freddy, una cantina del distrito de tabernas de Sharn, para zafarse un rato de la tensión que reinaba en el grupo. Pero el viejo soldado no se refería a eso cuando se preguntó cómo habían llegado ahí.

“Giff nos dio la pista,” habló por fin Albatros, que se la había pasado callado desde que llegaron, “dijo que una organización criminal, la Sombra Envenenada, parecía estar detrás de todo,” y volvió a guardar silencio.

El guerrero miró su vaso de salasta en la mesa por unos segundos, lo tomó y apuró lo que quedaba en él, al menos tres cuartos de vaso. “Y al bardo loco no se le ocurre mejor idea que aprovecharse de la información y contacta a la Sombra Envenenada para que se carguen su primo, por esto de la línea de sucesión Lyrandar…”

“Técnicamente,” intervino Alquimio Batros que volvía a ver la cara de confusión en su compañero, “él no quería que se lo carguen, era solo la coartada para ponernos en contacto con la Sombra.”

“Pues que mal le salió. Además, como puede ser que le manden una nota en un papel negro, dentro de un sobre negro, pidiéndole que vaya a Antigüedades Curio cuanto antes, SOLO, y le haga caso. ¡Hay que estar bien loco! ¡Y como se supone que sepamos dónde queda Antigüedades Curio!” dijo el último de los Macalat tomando su vaso nuevamente, solo para darse cuenta que ya no quedaba nada en él. Albatros cogió la botella y le sirvió un poco más, pero su compañero devolvió el vaso a la mesa, estaba indignado.

“En Aundair, ahí es donde pasó todo, ¿recuerdas?” comentó el ex-capitán de la Zaarita, como quien no quiere la cosa, “aunque nadie lo sabía en ese momento. Tuvimos que bajarle plata a medio Sharn para enterarnos. Solo para que Giff fuera quien nos lo diga. Ese gnomo se las trae, no quiero estar aquí cuando vuelva,” terminó de decir Albatros con tono preocupado. Había muchas cosas de que preocuparse de un tiempo a esta parte.

“Y se fue a Aundair así nomás,” continuó despotricando el guerrero, “con su boleto del expreso de oriente, sus maletas y todo. Se olía a leguas que era una trampa e igualito se subió al tren.”

“En su defensa, debo decir que él pidió refuerzos para el tren y que aún no sabíamos que se tratara de una trampa.”

“Nadie debió subirse a ese tren…” empezó a decir Alapar cuando vio que la botella de salasta ya estaba vacía, así que llamó al cantinero para que les trajera una más, la tercera de la noche. El cantinero trajo la botella y el guerrero sirvió solo su vaso, el del capitán seguía lleno. “Yo no entiendo…” y la volvió a dejar ahí.

“A las pocas horas llegó el otro sobre negro, otra vez con un papel negro dentro, que decía que tenían a Vonn d’Lyrandar y que si Wolfgang no iba a Aundair en tres días (que coincidencia, justo lo que le tomaría a Vonn llegar), lo matarían,” explicó Alquimio Batros con de la forma más pedagógica que pudo. Ya se había resignado a que no podría callar toda la noche. “Solo entonces nos dimos cuenta de que se estaban cubriendo las espaldas: Si Amadeus iba solo y lo convertían en piedra, le cobraban a Vonn el trabajo. Si el warlock no aceptaba y convertían a su primo en piedra, podían tratar de cobrar a Amadeus por una prueba para que la presente a la casa Lyrandar.”

“Y claro, Wolfgang bien gracias. Porque esos primos son la cagada. A él que le importa que le den vuelta al bardo loco. Total, también le limpian la línea de sucesión.”

“Pero al final nos acompañó a Aundair para salvar a Vonn…” y Alquimio Batros se detuvo, ese había sido justamente uno de sus principales problemas, “…y ese fue justamente uno de nuestros principales problemas. Tuvimos que pagar que me teletransporten a una de las paradas intermedias entre Sharn y Aundair del expreso de oriente, para que aborde y le advierta a Vonn. Pero además tuve que bajar en la siguiente estación y teletransportarme a Aundair desde ahí, para encontrarme con ustedes que habían hecho lo mismo desde Sharn. ¿Tienes idea de cuánto le costó a Giff toda esa gracia? La casa Orien hizo su Barrakas con nosotros.”

Alapar Macalat tenía el vaso a menos de un centímetro de su boca, pero no lo bebía, estaba recordando, y eso requería concentración. “Para ese momento ya teníamos ubicada Antigüedades Curio, que no era más que un viejo edificio abandonado. Hasta encontramos un guardia afuera, que por otro montón de piezas de oro soltó la lengua y nos contó la rutina, últimas reuniones y helados favoritos de los miembros de la Sombra Envenenada que frecuentaban aquel lugar.”

Continuará...

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